viernes, 20 de abril de 2018

Preguntas y Respuestas (introducción)


Soy monitora en educación primaria, donde enseño a niños y niñas de 6 a 12 años; además imparto charlas en institutos (12-16 años) acerca de diversidades de identidad de género, orientaciones afectivo-sexuales y prevención del acoso escolar.

En mi experiencia personal y profesional he tenido la oportunidad de escuchar estos niños y niñas hacerme muchísimas preguntas acerca de la transexualidad. Considerando que es una realidad "nueva" y externa a la inmensa mayoría del alumnado con lo cual interactúo, entiendo que buscan con sus indagaciones  apropiarse más concretamente del concepto de la transexualidad y traerla para dentro de su propia capacidad de comprensión y aceptación de la realidad.

Por eso sus preguntas son en general hechas con la más profunda sinceridad, sin cualquier rasgo de prejuicio, de juzgamiento o malestar. Son preguntas movidas por la curiosidad de aprender acerca de una realidad hasta entonces muy poco conocida, motivadas por la necesidad de entender quiénes somos las personas transexuales.


Y son preguntas realizadas y luego contestadas con tanta naturalidad, informalidad y complicidad de sonrisas y sentimientos que creo que mi realidad, aunque no suele ser entendida por muchísimos adultos, es perfectamente y prontamente aceptada por las niñas y niños. Aunque algun@s de l@s que antes me conocían por mi antiguo nombre masculino se líen un poco al confundirse con los nombres y pronombres al hablar conmigo. Por lo cual les dejo enteramente libres para llamarme como se sientan más cómod@s, solo señalando que mi nombre as Anna y soy una chica.

Así que, en mis próximas entradas en este blog presentaré en formato de Preguntas y Respuestas (Q&A) las principales indagaciones sinceras y objetivas realizadas por las niñas y los niños con los cuales he tenido el privilegio de interactuar - algun@s solamente por pocas horas y otr@s por un entero período lectivo.

Aunque todas las preguntas me fueron originariamente hechas verbalmente, su transcripción me exigió algunas "adaptaciones" para que sean entendidas más claramente en un lenguaje escrito. Así que no extrañéis si el estilo de una pregunta suena un poco raro o algo formal para un alumnado de 6 años por ejemplo. En ese caso, el fallo es estrictamente mío por no recordarme con exactitud y conseguir expresar con palabras escritas la simplicidad y la pureza de sus dudas expresadas verbalmente.

Por último, aclarar que muchas preguntas podrían sonar desrepetuosas o mismo agresivas si hechas por un adulto, pero debemos considerar lo que he dicho antes: que son sencillamente preguntas sinceras y honestas buscando comprender dentro de los alcances cognitivos de sus rangos de edad (entre 6 y 16 años) la realidad objetiva de un concepto tan complejo que mismo muchas personas trans no los tienen tan claros.

Sin más, espero que mis alumnas y alumnos puedan ayudar a una persona o más con sus sinceras y bonitas curiosidades y descubiertas acerca de la vida. Ojalá pudiéramos nosotras y nosotros adultos tener esa capacidad de entendimiento y aceptación infantil.

Empezamos en la próxima entrada. 😉

lunes, 19 de marzo de 2018

Cuerpos e identidades trans


¡Nació con un pene! ¡Es un niño!

Seguramente la afirmativa de que los bebés que nacen con un pene son niños es cierta, pero… puede que no. Los cuerpos tienen un papel innegable en la asignación de nuestros géneros al nacer, pero muchas veces llevan a equívocos, cuando la identidad de género se desarrolla en otro sentido. Así que podemos afirmar que solo tendremos total seguridad del género de un bebé cuando crezca y pueda testificar por si propio "soy un niño" o por si propia "soy una niña".

La realidad de las personas trans hace evidente ese hecho. De poco sirve asignar un género a una persona e imponérselo al largo de todo el desarrollo de la crianza si ella o él no se identifica con ese género asignado.

Lo que producimos son personas inseguras, que se creen erradas, malas o que son aberraciones. Personas que se reprimen, que sufren mucho y que ese dolor va a marcar sus vidas, aunque no se pueda relacionar su sufrimiento directamente con su conflicto de identidad.

La tendencia es que en algún momento ese conflicto vaya a emerger. Como ya se evidenció desde la concepción psicanalítica del sujeto, sentimientos reprimidos son flujos intensos de energía mental y emocional que como volcanes buscarán medios de se hacer manifiestos. Se producen síntomas físicos, enfermedades, agresividad, rebeldía, depresión, melancolía y incluso suicidio.

Como sociedad, necesitamos entender es que ser trans no es una cuestión de elección. La única opción real es vivir de acuerdo con su identidad o renunciarla. Porque ser trans es una cuestión de identidad: quién uno realmente se siente y es. Ser trans no es modismo, no es fetichismo, perversión sexual, travestismo o una cuestión comportamental. No tiene nada que ver con orientación sexual (qué género nos atrae). Personas trans no son malas, no quieren ofender, rebelarse, simplemente quieren vivir. Vivir y tener sus identidades aceptadas con dignidad y respeto.

La mirada ajena

Pero la realidad nos enseña a personas trans que ser aceptadas y respetadas no ocurre naturalmente. Una vez que nos configuramos como un cuestionamiento al rígido sistema binario internalizado por nuestras sociedades occidentales patriarcales, somos percibid@s con gran desconfianza. Y como gran parte de nosotr@s bien sabe, ser diferente nos causa dolor e sufrimiento. Somos víctimas de discriminación, prejuicios y bullying y absoluta falta de comprensión. Ser una persona trans visible (lo que no es una opción para gran parte de las mujeres trans) nos sujeta a todos los tipos de juzgamientos y blanco de las miradas ajenas. 

Pero, es importante también saber que la mirada de las personas hacia nosotr@s no necesariamente significa negatividad y desaprobación. Estoy segura que en muchos casos, nos miran porque estas personas aún no habían visto personas trans en su vida cotidiana, porque les estamos enseñando que trans no es un sinónimo de marginalidad y prostitución, porque pueden estar fascinadas y principalmente curiosas.

Cuando respondemos con incómodo les estamos pasando la idea de que tenemos vergüenza, de que somos algo feo que se debe ocultar. O peor, cuando respondemos con agresividad, les estamos afirmando que personas trans son personas marginales y antisociales. Debemos responder con una discreta sonrisa, que enseñe que somos personas normales en la misma medida que cualquier otra persona, que podemos ser simpátic@s y principalmente que somos orgullos@s de quienes somos.

Nuestros cuerpos y sus rasgos masculinos o femeninos no deben ser motivo de vergüenza, pero de una señal de nuestra diversidad, de nuestra identidad y personalidad. Pero ese es uno de los puntos más complejos para las personas trans: la aceptación de sí mism@.

Hace mucho que la sociedad impone modelos estéticos que hacen muy mal a las personas que no consiguen adecuarse a los mismos, produciendo graves trastornos. Los hombres, por un lado, deben exhalar masculinidad y virilidad, con cuerpos altos, musculosos y fuertes. Por otro lado, la presión social hacía las mujeres es mucho más implacable debido a las normas sexistas de nuestra sociedad y la cosificación sexual de ellas. Mujeres tienen que ser delgadas, altas, siempre jóvenes, con sonrisas perfectas, sin celulitis, sin vellos, de cintura súper fina, senos grandes y empinados, caderas largas pero no en demasiado… y por supuesto sin pene o cualquier otro rasgo masculino.


La estética de la perfección

Hay una conocida anécdota que nos cuenta que cierta vez se le preguntaron a Michelangelo como había esculpido su obra más famosa, David, una bellísima representación masculina de cerca de 4,5 metros, tallada en un simples bloc de mármol. Su respuesta habría sido más o menos esta:
Es muy sencillo. En realidad, David siempre estuvo en el mármol; solo se le quité al mármol no que no era David.

Eso suelen hacer todas las personas. Eso hacemos las mujeres y hombres trans. Tenemos preconcebidos dentro de nosotras y nosotros modelos estéticos de qué es una mujer y qué es un hombre; y entendemos nuestro proceso de transición como quitar de nuestros cuerpos (nuestros blocs de mármol) todo lo que no entendemos que no es David o Venus (nuestros modelos de género predefinidos). Cuestionamos cuando la sociedad no nos acepta, para gran parte de nosotr@s tampoco se acepta tal y como somos.

Nuestros conceptos ideales de hombres y mujeres vienen de nuestro contexto sociocultural, construido y modificado al largo de siglos de historia a través de las artes plásticas, del discurso sexista dominante, del cine y  - principalmente a partir del siglo XX - a través de la propaganda.

Así, aun mismo sin darnos cuenta de nuestros procesos mentales, entendemos y practicamos la transición como un proyecto personal bien definido con principio, un medio y un fin claro y objetivo. Partimos de las hipótesis de que "cuanto más mi cuerpo está alineado al modelo masculino/femenino, más me perciben como hombre/mujer" y "cuanto más me perciben como hombre/mujer, más siento validada mi identidad". 

Probamos nuestras hipótesis diariamente, a través del feedback de familiares, amig@s y principalmente de desconocidos. Si me miran raro, siento mi identidad cuestionada al entender que no me perciben correctamente como hombre/mujer, y concluyo que mi expresión estética aún no está alineada lo suficiente al modelo social esperado para mi género.

De esa manera, intentamos eliminar todo lo que cultural y socialmente no es identificado como femenino/masculino. No hesitamos en someternos al martillo y al cincel para quitarnos de encima los trozos de mármol que entendemos no pertenecer a nuestra identidad.

Lo que estamos haciendo en realidad es replicarnos el binarismo, la división patriarcal de géneros y las rígidas estructuras sociales contra las cuales las identidades trans necesariamente se rebelan. Buscamos nos exprimir dentro de una forma que obviamente no es adecuada para nosotr@s, cuando deberíamos intentar flexibilizar sus bordes para que acojan a todas y todos tal y como somos. Buscamos la aceptación social no por la normalización pero por la sumisión a las reglas del juego… nos tornamos "los esclavos capataces de los demás esclavos".

Cuanto más nos acercamos al modelo de David, de Venus, de Pablo Alborán, David Beckham, Scarlett Johansson o Pilar Rubio más nos invisibilizamos. Cuanto más nos invisiblizamos, más se olvidan nuestros derechos, nuestra diversidad, nuestra historia y nuestros sufridos procesos. Las personas trans ¡dejamos de existir!

No quiero decir con eso que debemos abandonar nuestros aspiraciones de sentirnos más bonit@s y más satisfech@s con nuestros cuerpos. Debemos seguir nuestro corazón y buscar nuestro propio equilibro estético, pero posibilitándonos ser nosotras mismas y nosotros mismos sin tener que seguir paso a paso un libro de recetas para que seamos validados como personas.

Nuestros cuerpos y la expresión de la identidad

La transición es un proceso individual, personal, subjetivo. La transición externa debe ser un proceso de descubierta, de moldar el propio cuerpo con arcilla, lentamente e ir descubriendo la alegría de nos encontrar dentro de las formas que nos salen.

Es un proceso continuo, permanente, que no tiene que culminar con genitoplastia, vaginoplastia, metoidioplastia, faloplastia, orquiectomía o cualquier otro de estos procesos de nombres raros y difíciles de pronunciarse. Esta puede ser para algunas personas una parte del proceso, pero no necesariamente y no obligatoriamente. Y definitivamente no debería ser percibido como el fin del proceso.

No hablamos de seguir las viejas escuelas e intentar tallar el mármol para recriar David a la perfección. Si nos ponemos todas las personas del mundo a hacerlo, seguro que poquísimas conseguirían llegar a una reproducción parecida con el modelo.

Lo que hablamos es de crear un nuevo proceso personal, y llegar a los más diversos resultados. Que seamos artistas experimentales de nuestra propia experiencia y nos permitamos expresar la arte de nuestros cuerpos y nuestras identidades con orgullo y diversidad.

Ser mujer, o hombre, es una cuestión de identidad, no de biología. Existen personas delgadas, muy delgadas, gordas, con todos los tipos y colores de pelo, con uñas grandes o cortas, con piel negra, blanca, amarilla, roja, morena o cualquier otra variación de colores. 
Y nosotras mujeres, que más sufrimos con el intento de adecuación de nuestros cuerpos e identidades, tenemos que saber que existen mujeres con senos enormes, o grandes, pequeños o rectos; y que existen mujeres con vulva y otras con pene.

Lo que buscamos todas las personas trans con nuestra transición social es nuestra felicidad. Pues no dejemos que antiguos modelos estéticos sexistas establecidos a milenios atrás nos sirvan de impedimento a nuestra felicidad. 



Obs.
Pido perdón por centrar mis reflexiones en identidades binarias. El análisis de la situación de personas no binarias es más compleja, pues no cuentan con modelos estéticos propios. En ese sentido, en general, intentan evitar los dos modelos binarios de macho y hembra y situarse en cualquier punto intermedio que no les defina claramente - eliminando lo que consideran los rasgos característicos de cada estereotipo. La complejidad está en que al no existir una "receta preconcebida" de cómo no expresar una identidad de hombre ni  de mujer es muy normal entre las personas no-binarias el sentimiento de frustración e incapacidad de enseñar con sus cuerpos como se sienten por dentro. Por otro lado puede ser libertador y más fácil a las personas no-binarias percibirse a sí mismes como el propio modelo estético de sí mismes.

viernes, 9 de marzo de 2018

El amanecer de un #9M y la continuidad del feminismo


La huelga feminista fue un movimiento impresionante: el éxito de los parones, el apoyo de los compañeros y el éxtasis de caminar entre millares de hermanas - abuelas, adultas y niñas - y compañeros masculinos luchando por un mundo mejor es un sentimiento que gran parte de nosotras va a llevar dentro de sí. Hubieron muchos momentos bonitos y emocionantes, como ver un niño de 5 años sentado en los hombros de su papá gritando mensajes feministas. Ayer hicimos parte de la historia en uno de los más grandes movimientos de lucha por los derechos humanos.



¿Fuimos un número bastante significativo?

Lo primero que nos toca es que entendamos nuestras propias debilidades. De acuerdo con las estadísticas oficiales de la delegación del Gobierno en Madrid, una cifra de 170.000 personas estuvieron en las calles sumándose a las manifestaciones. Es un número realmente significativo. ¿O no?

Los que allí estuvimos correspondemos a poco más de 5% de toda la población de la ciudad de Madrid. Las mujeres fuimos la mayoría, pero por observación (no hay datos oficiales disponibles) la adhesión de hombres puede haber llegado a los 30% - quizás más - del total. Así que mujeres debemos haber sido cerca de 119.000. Si consideramos la cantidad de madrileñas entre los 20 y 59 años, que son las que más tenían posibilidades de estar con nosotras en las manifestaciones, nuestro número no llega al 13% del total. 

Es fenomenal alcanzar casi el 13% del total de las mujeres entre 20-59 años en una manifestación callejera. Pero queda una pregunta: ¿dónde estaban los otros 87% de mujeres? ¿Dónde fallamos para que 810.500 mujeres no estuviesen con nosotras? 

Podemos buscar muchas posibilidades de respuesta, pero en mi opinión personal la principal razón es que el feminismo no ha conseguido llegar a ser entendido por la inmensa mayoría de nosotras.

Muchas mujeres empezaron a hablar del feminismo por primera vez en las semanas anteriores al #8M. Antes poco se hablaba, poco se discutía. En la mentalidad social, el feminismo se encontraba oculto y asociado solamente al radicalismo.

Y creo que ahí está la clave para que consigamos de hecho construir un futuro mejor: hacer del feminismo parte integral de nuestras vidas, hoy y siempre.


Vivir el feminismo con una sonrisa en la cara

Si buscamos un mundo mejor, seamos personas mejores. Decir “soy feminista” debería ser dicho siempre con seriedad pero acompañado de una sonrisa, pues eso es algo muy bueno; estamos declarando que luchamos por la igualdad, que creemos que nosotras y la persona que nos escucha tenemos el mismo valor.

Debemos mantener el feminismo vivo y como parte integrante de nuestras identidades. Debemos siempre hablar del feminismo; explicar nuestros puntos de vista para mujeres y hombres; escuchar sus puntos de vista; contar nuestras experiencias, evidenciar las injusticias sociales; explicar porque tenemos nuestros derechos violados; aclarar que el “más” para nosotras no significa “menos” para ellos. 

Necesitamos reforzar la sororidad: ser hermanas de verdad, y no solamente mientras llevamos las banderas en las calles. Necesitamos empoderar otras mujeres, enseñarles que podemos mejorar el mundo, que podemos mejorar sus situaciones. Necesitamos extender nuestras manos a nuestras hermanas que nos necesitan, víctimas de violencia física, de violencia social, cultural, como nosotras.

Necesitamos, por otro lado, ayudar a desarrollar un sentimiento de solidaridad entre mujeres y hombres. Tenemos que SER el cambio que buscamos. Las manifestaciones del #8M nos enseñaron que tenemos muchos aliados reales y otros potenciales entre las fieras masculinas. Tenemos que empoderarles también. Enseñarles que pueden ser agentes del nuevo mundo también fuera de las manifestaciones, pero con actos, palabras y comportamiento. Y hablando con otras personas. Recordar que el feminismo nació de nosotras, pero debe ser un movimiento inclusivo y debemos llenarnos de orgullo al escuchar un hombre decir: soy feminista. Debemos fortalecer sus creencias y convicciones, y discutir junt@s cómo podemos ser mejores personas y mejores sociedades.


Nuestra lucha es contra el sexismo, no contra los hombres

No debemos cometer los mismos errores de la cultura patriarcal y considerar como enemigos aquellos que se oponen a nosotras. La dicotomía “nosotros-ellos” y la solución agresiva de conflictos son características típicas do sexismo. El feminismo, por otro lado, es un movimiento de lucha pacífica, de impregnar la sociedad de amor y justicia social. Hombres y mujeres no son enemigos, son grupos sociales con intereses distintos que pueden llegar a soluciones pacíficas.

Todas las feministas sabemos: ellos nos necesitan! Somos imprescindibles para la sociedad. Pero lo que poquísimas feministas admiten es que igual nosotras también les necesitamos. La sociedad que buscamos necesita a todas y todos por igual: mujeres y hombres.

Así que donde debemos enfocar nuestra lucha no es contra los hombres en general, pero contra cualquier forma de machismo, y principalmente la violencia. Debemos condenar, denunciar y exigir cambios en relación al sexismo que impregna nuestras sociedades. Y podemos hacerlo con el apoyo de los propios hombres, muchos de los cuales reconocen las injusticias y son favorables al cambio.


Un nuevo día y el feminismo sigue

Ya amanece un nuevo día… la manifestaciones se acabaron y ya quitamos las pinturas moradas de nuestras caras… pero el feminismo sigue! Un feminismo fortalecido por la demostración de fuerza y solidaridad. Ahora nos toca poner en práctica lo que muchas solo hemos empezado ayer; mantener las banderas erguidas y agitadas. Nos toca vivir, practicar y multiplicar el feminismo en este #9M y en todos los días de nuestras vidas.

sábado, 3 de marzo de 2018

Algunas personas aún cuestionan si mujeres trans también deben sumarse a la huelga feminista


Dentro de pocos días tendrá lugar posiblemente el más grande movimiento femenino de la historia. Se espera que millones de mujeres crucen los brazos a sus obligaciones cotidianas y salgan a las calles de todo el mundo en señal de protesta por la inobservancia de sus derechos fundamentales y por la esperanza de un futuro mejor para todas y todos.

Pero es lastimoso notarse que la sororidad feminista es todavía incomprendida por muchas y aún mismo negada por otras, y hay diversas personas que aún cuestionan la adhesión de las mujeres trans al movimiento feminista y en su caso a la huelga del 8 de marzo, que más le representa. En ese sentido, intentamos brevemente identificar las principales voces anti inclusivas y discutir sus principales contenidos.


Oposición de argumentación biodeterminista:
Los movimientos "feministas radicales trans-excluyentes"

Por un lado, encontramos los movimientos identificados por la sigla TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminism). Su premisa básica es de que mujeres son solamente aquellas nacidas con aparatos genitales femeninos y cromosomas XX. En ese sentido, todas las demás mujeres fuera de esa categoría no tendrían derecho de hablar en nombre das “mujeres de verdad” y de participar de sus movimientos.

Esencialmente, aunque sus argumentos estén basados en teorías científicas, como el determinismo biológico, su contradicción ideológica es tan fuerte que carecen de sentido en su propia esencia. Lo que hacen estos grupos es reafirmar el carácter binario de las sociedades y negar el propio concepto de género, identificado como un producto sociocultural por el propio movimiento feminista desde sus orígenes en el siglo XVIII (aunque el término “género” todavía no era empleado). 

Así, como movimiento social esta corriente tiene todo el derecho de tener voz y defender sus ideas, pero pierden toda la legitimidad de intitularse “feministas”. Luego, si no luchan por una igualdad real y no comparten lo más básico de las ideas feministas, podemos cuestionar si es razonable que este grupo tome parte en su movimiento. Pero no debemos negarle su derecho a estar con nosotras y caminar lado a lado, porque las feministas tenemos que ¡sumar, no dividir!



Oposición de argumentación política:
El conflicto de agendas


Existe también un gran número de mujeres cis que no se consideran “trans-excluyentes” e inclusive niegan la fundamentación biológica de la exclusión de mujeres transgénero. Pero, por otro lado, argumentan que estas configurarían una categoría en apartado dentro del escenario político, pues gran parte de su agenda de intereses sería ajena al feminismo. Su fundamentación es que las mujeres trans luchan por muchas demandas que no son comunes a las mujeres cis, y terminan por intentar monopolizar los debates, desviar el foco de lucha, generar fisuras ideológicas y dividir el movimiento.

Ante todo, tenemos que reconocer la veracidad del argumento de que las mujeres trans son un colectivo todavía más oprimido que las mujeres cis y luchan por muchos derechos ya conquistados por estas o que no están presentes en la clásica agenda femenina. Existen innegablemente necesidades que son exclusivas de las personas trans. Pero de la misma forma, existen y siempre existieron necesidades exclusivas de distintos colectivos de mujeres, ajenas a los principios básicos que fundamentaron el surgimiento del feminismo como movimiento sociopolítico. Estas demandas fueron sumándose e incorporándose en su agenda política: por ejemplo, la abolición de la esclavitud, la migración, los movimiento contra la guerra, los intereses de las mujeres musulmanas, los intereses de las mujeres de sociedades tribales o la mutilación genital femenina.

Desde los tiempos clásicos de las sociedades patriarcales, el principio político dīvide et imperā ya era usado para subyugar los adversarios y garantizar el mantenimiento del status quo. Hoy, la promoción de la disgregación y de la división de los movimientos femeninos sigue siendo una sutil arma de la cultura sexista para evitar el empoderamiento de las mujeres y garantizar la dominación sociocultural de los intereses masculinos. En ese sentido, es una necesidad dar acogida a todas las demandas femeninas y entender que las necesidades e intereses específicos de las mujeres trans do son motivos de exclusión, pero si de adición. Ninguna mujer es igual a otra y es la fuerza de sus distintas voces que refuerza, enriquece y engrandece la lucha feminista contra todas las formas de opresión. ¡Sumar, no dividir!


Oposición de origen social:
La invisibilidad y la enajenación

Lamentablemente, gran parte de las mujeres que cuestionan la adhesión trans al movimiento feminista son las propias mujeres trans, donde podemos considerar dos distintos grupos:

Primero, están las que se sienten excluidas y marginadas. En general son las mujeres más vulnerables y con más necesidades, pero que se encuentran tan oprimidas que siquiera perciben que tienen voz y suelen sentirse socialmente y emocionalmente tan aisladas que no pueden percibir su propia capacidad de luchar por sus derechos. En ese sentido, el empoderamiento de esas mujeres es fundamental para que puedan sentirse capaces y partes integrantes de un movimiento inclusivo, de respeto a la diversidad, igualdad social y jurídica de todas las personas.

Por otro lado están las mujeres trans diametralmente opuestas: las que se sienten integradas, con roles sociales bien definidos dentro de la lógica binaria. En muchas de estas mujeres, hay un sentimiento de conformismo y satisfacción en jugar de acuerdo con las reglas ya establecidas. Su sentimiento de victoria de ser socialmente aceptada como mujer es tan fuerte que hace con que encuentren e interpreten su papel dentro de la cultura sexista, y así reproduzcan las normas sociales de subyugación de su propio género, enajenándose del sufrimiento de las demás mujeres y entendiendo que las cosas no necesitan cambiar. Este grupo suele saber por sus propias experiencias previas lo dañoso y doloroso que es intentar moverse fuera de la lógica patriarcal de nuestras sociedad. Por ese motivo, debería tener la obligación moral de denunciar las injusticias sociales y luchar por un mundo mejor para todas las mujeres que sufren. 

¡Sumar y multiplicar!


El contraste a la oposición:
La Sororidad

Así, volvemos al concepto de la sororidad mencionado al principio. Se trata de una oposición feminista al concepto de fraternidad (la relación entre hermanos - frater), que representa la comunión de intereses de los hombres y históricamente siempre fue un instrumento de defensa del androcentrismo. Desgraciadamente, en distintos grados, casi todas las mujeres del mundo vivimos en sociedades construidas con base en normas patriarcales que garantizan los privilegios sociales masculinos mientras tratan las mujeres como menos importantes y con menos derechos. Así, la sororidad (relación entre hermanas - soror) refuerza la comunión universal de intereses y necesidades femeninas. Lo que afecta a una mujer en Siria o Nigeria o cualquier otro país del mundo, es una agresión a los derechos de todas las mujeres, y nosotras, como hermanas, tenemos que luchar para acabar con toda forma de misoginia. Lo que afecta a una afecta a todas. 
Nos unimos contra la cultura patriarcal que mutila niñas arrancándoles violentamente la parte más femenina de sus cuerpos; nos unimos contra el sexismo que favorece el femicidio y todos los tipos de violencia machista; nos unimos contra la falocracia que permite la explotación sexual de mujeres, adolescentes y niñas; nos unimos contra el androcentrismo que impide que mujeres reciban el mismo valor que hombres y que no puedan desarrollar todo su potencial; contra la doble jornada donde las mujeres además de trabajar en el mercado formal aún tienen que trabajar en el hogar mientras los hombres disfrutan de sus privilegios; nos unimos en favor de que las responsabilidades de los hogares sean compartidas y redistribuidas; por la libertad de identidad y orientación sexual; por la ruptura de los roles de género; por la liberación y por la real propiedad de nuestros cuerpos; por el fin de todos los estigmas y prejuicios; por la libertad de no sentir miedo; por la igualdad real: social, cultural y jurídica; por una vida digna y plena para todas las mujeres del mundo; nos unimos para hacer un mundo mejor y más justo para todos y todas. Nos unimos: cis, trans, ¡mujeres!

¡Sumar y multiplicar, no dividir!